A la mitad del camino de nuestra vida me encontré en una oscura selva, por haber perdido el recto sendero. ¡ Que duro es contar como era esa selva inhóspita, cerrada y áspera, que me llena de pavor su solo recuerdo!. Tan amarga es, que es casi como la muerte; mas al tener que hablar del bien que encontré allí, empezaré diciendo las cosas que fui descubriendo. No podría referir cómo entré en aquel lugar, pues al momento de abandonar la verdadera senda me hallaba sumido totalmente en el sueño. Pero apenas hube llegado al pie de una colina, allí mismo donde terminaba el valle que me había afligido tanto el corazón, miré a lo alto y vi sus hombros bañados con los rayos del planeta que guía a los demás de uno a otro lugar. Entonces se aplacó el temor que en el lago de mi corazón había permanecido a lo largo de aquella noche tan dolorosa. Y así como el náufrago que con afanosa angustia, después de haber vencido el mar y ganado la orilla, se vulve al agua peligrosa y la contempla, así, mi an